sábado, 12 de julio de 2014

Dedicado a Florentino Ariza....

Florentino Ariza es, para aquellos que no lo ubican, el personaje principal del libro "amor en los tiempos del colera" de Gabriel Garcia Marquez.    Florentino Ariza es uno de los personajes literarios a mi parecer más conmovedores y dignos de admirar en cuanto a su manera de amar, su amor es tan grande que traspasa la barrera de los años, su camino fue largo, lleno de dolor y desolación por no compartir su juventud y vida adulta con Fermina, su único y verdadero amor.  El hecho de que haya compartido su vida sexual con 622 mujeres es equivalente al vacío emocional que sintió por no tener a su lado al verdadero amor y ninguna de esas mujeres lo hizo verdaderamente feliz.   Es por eso que  cuando ya son ancianos, por fin puede reencontrarse con Fermina y por fin hacer el amor con ella por primera vez, cuando Florentino por fin se siente pleno, completo y feliz. El vivió un camino lleno de soledad, por fin al final de su vida encuentra la compañía. Creo que eso sería muy doloroso. 

No es sencillo analizar un amor que, a pesar de ser contrariado se basa desde una de las partes en un juramento de amor y fidelidad lo suficientemente fuerte como para conservarse intacto durante toda una vida en el caso de Florentino Ariza.  Desde que se vieron por primera vez hasta que él le reiteró su determinación medio siglo más tarde, no tuvieron nunca una oportunidad de verse a solas ni de hablar de su amor, siempre se trataron a traves de telegramas y cartas.

Cuando Florentino vuelve a la vida de Fermina, a ella le resultó imprevista la reiteración dramática de un amor que para ella no había existido nunca y a una edad en que a él y a ella no les quedaba más que esperar de la vida, mas aun cuando aparece a la muerte del marido de Fermina, el doctor Juvenal Urbino.
A Fermina le bastó el primer año para asumir la viudez. El recuerdo purificado del marido dejó de ser un tropiezo en sus actos cotidianos, en sus pensamientos íntimos, en sus intenciones más simples, y se convirtió en una presencia vigilante que la guiaba sin estorbarla.  No era muy consciente todavía, ni lo fue en varios años, de cuánto la ayudaron a recobrar la paz del espíritu las meditaciones escritas de Florentino Ariza. Fueron ellas, aplicadas en sus experiencias, lo que permitió entender su propia vida, y esperar con serenidad las intenciones de la vejez.
Cuando comienzan a verse personalmente, ambos se vieron como eran: dos ancianos ya acosados por la muerte, sin nada en común, aparte del recuerdo de un pasado efímero que ya no era de ellos sino de dos jóvenes desaparecidos.  Ella pensó que él iba a convencerse por fin de la irrealidad de su sueño, y eso iba a redimirlo de su impertinencia.   Ella estuvo a punto de pedirle que no volviera más, pero la idea de una pelea de novios le pareció tan ridícula a la edad de ambos, que no pasó de causarle una crisis de risa.

Será en el río Magdalena donde estos viejos se entregarán a su amor, con tanto apasionamiento que, para librarse de testigos y permanecer a solas en el barco, Florentino hará que en el viaje de vuelta se alze una bandera amarilla (que significaba que estaban infectados con cólera) y, una vez llegados a la desembocadura, y por lo tanto a la ciudad, vuelva a remontar el río.